sábado, 9 de enero de 2010

PEDRADAS EN LA CABEZA (Sueños de Bunker Hill, John Fante, editorial Black Sparrow Press, Santa Rosa, 1982.)

Fíjate que llevo más de cinco minutos aquí plantado, frente a la pantalla del ordenador, con el gesto contrayéndoseme por segundos, más asustado que un niño perdido en el desfile de procesión de la Semana Santa, sin encontrar la maldita y acertada frase que dé comienzo a esta nueva criatura que me propongo engendrar. Un blog al que he bautizado de una manera ridícula que ni a mí mismo me hace gracia y con el que pretendo dar crítica y madura cuenta de alguna de las lecturas que caen en mis manos. Y me he dicho: qué carajo, por qué no empiezas por uno de los grandes. Así que he sacado de los estantes el libro de John Fante que mi hermana me regaló el pasado abril por mi cumpleaños y que he tenido ocasión de leer estas navidades, cuando por casualidad me encontré con él limpiando el polvo el otro día y del que me había olvidado por completo. Sueños de Bunker Hill, se llama.

Yo nunca he escrito una reseña. A decir verdad, pocas veces he leído alguna. No soy muy amigo de las revistas literarias que circulan por ahí. A decir verdad, no soy muy amigo de las revistas y periódicos en general. Me suelen aburrir. De entrada el formato no acompaña; por no hablar de los libros que suelen reseñar, muy alejados de lo que por gusto conformo. De manera que carezco de lo que se suele llamar experiencia. Pero, de todas formas, esto es algo que llevo teniendo en mente bastante tiempo. Me seduce la idea de la crítica. Teniendo en cuenta que paso la vida de invectiva en invectiva, la idea de ponerle un poco de criterio lógico a toda esta palabrería la concibo como una exigencia, un ejercicio de autodisciplina que por otra parte, y aunque no tenga nada que ver con esto, mi vida necesita con carácter de urgencia. Así que me he dicho al despertar que hoy era el día y aquí estoy, con el puñetero libro de Fante en el regazo y con menos soltura verbal que el mudo de los hermanos Marx.

No obstante, lo intentaré por el principio más lógico.

Sueños de Bunker Hill es el libro que cierra la tetralogía que el autor dedica a su alter ego Arturo Bandini. Un personaje (y no sólo en el sentido más literal del término…) de provincias que decide abandonar su pueblecito en Colorado para probar suerte en la ciudad de los sueños, Los Ángeles. Convencido de su talento como escritor, Bandini logra sobreponerse al fracaso como solo un desheredado es capaz de hacer. La casualidad, no obstante, le empuja a formar parte de la plantilla de guionistas del Hollywood de los años treinta. Allí conocerá una suerte de personajes variopintos con los que mantendrá un sin par de experiencias que no pienso destriparte porque si algo busco con esto es, de algún modo, picarte la curiosidad y que leas el libro si a bien lo consideras.

De todas formas lo verdaderamente interesante del libro, lo que de verdad le hace estar por mérito propio entre los más grandes de la literatura norteamericana de finales del siglo pasado, no es la trama que por otro lado tanto recuerda a la propia vida del autor, y donde sucede todo tipo de desgracias y despropósitos que sirven de tapadera para el relato descriptivo de un turbio Los Ángeles que se asemeja en fuerza y decisión a lo que hiciera ese otro genio llamado Raymond Chandler. Lo que auspicia el mérito de Sueños de Bunker Hill, así como de toda la producción anterior de Fante, reside en la contundencia de un estilo que desprecia por inservible la mascarada y el artificio que tanto gusta a los próceres de la literatura universal de todos los tiempos. Fante cuenta las cosas tal cual son, sin un gramo de grasa. Cada una de las frases allí puestas, en el sitio que les corresponde, son carpetazos de contundente y lapidaria sencillez que logran que los ojos fluyan por la página como tablas de surf sobre las olas del pacífico. Y eso lo consigue sin menospreciar la adjetivación más exacta y con una verborrea digna de cualquier gramático. Fante es un genio del estilo; ahí reside su jugo, su gracia, su esencia.

Por eso no me extraña que fuera un total desconocido en la escena literaria norteamericana hasta poco antes de morir. Incluso no será hasta después de su óbito cuando el esquivo éxito desande el camino y encumbre como merece al escritor maldito. El mérito de esto, dicho sea de paso, se lo debemos a Charles Bukowski, quien defendió a capa y espada la obra de Fante incluso cuando éste aun vivía (dicen las malas lenguas –o buenas, según se mire– que fue precisamente Bukowski quien instigara a Fante en la culminación de la tetralogía iniciada con Camino a los Ángeles, cuando apenas podía moverse ya de la cama, razón por la cual este libro no fue escrito sino dictado a su mujer apenas un año antes de su muerte, en 1983). Pero comoquiera que fuese, Fante sentó un precedente, creo una escuela a la que se adhirieron escritores que a su vez crearon otras escuelas como la del Realismo Sucio. Y todo en base a un estilo preciso y no por ello menos preciosista, directo y agresivo como una pedrada en la cabeza, límpido como un paritorio, sin ambages y con una euritmia tal que pareciera condenar al sinsentido a la ley de la gravedad.

Fante es un escritor de los de verdad; al que te invito a que descubras, si no los has hecho ya, o a que releas de vez en cuando por aquello de no perder las buenas costumbres y los mejores gustos.

Ahí queda la primera reseña. GRACIAS.

2 comentarios:

  1. vale, lo leeré, muy adecuado para mí que en unmes estaré en "El país de las oportunidades"..jeje..te cuento...

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  2. hola rafita, soy paloma, la hermana de tato.
    tu post me ha dado la vida, poco se cuenta del gran Fante por los mundos de internet, y cuando se habla en muchas ocasiones se desprecia su talento...
    Fascinada estoy con este hombre, su literatura me atrapa y cómo bien dices, es como surfear sobre sus frases, que siendo crudas y simples, acaban por hacerse poesía...
    después de espera a la primavera y preguntale al polvo me toca el libro q recomiendas, seguro q no me decepcionará.
    un abrazo! a ver si nos vemos

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