sábado, 18 de diciembre de 2010

GREGOR SAMSA ERES TÚ (La metamorfosis, Franz Kafka, Biblioteca Nueva, Madrid, 2000)


Hace unas semanas, un profesor del colegio donde pasé la mayor parte de mi vida escolar me pidió que participara en el taller de literatura que estaba creando. Se trataba de una iniciativa bastante interesante que pretendía fomentar el interés por los libros y la literatura entre alumnos, padres y profesores. La propuesta me sedujo de manera que allí me presenté, una tarde nada más llegar del colegio donde actualmente imparto clases de Historia.

La reunión era en el salón de actos. Había tráfico, así que llegué unos minutos después de la hora señalada. El grupo estaba sentado formando un círculo en medio de la enorme sala. Saludé a los presentes. Había muchas caras conocidas, la mayoría antiguos profesores que más tarde fueron compañeros durante el año que allí estuve trabajando. También había otras personas que no conocía, mujeres todas ellas y madres de alumnos seguramente. El grupo lo constituíamos una docena de personas.

Juancho, que es así como se llama el profesor que me invitó, comenzó a hablar. Se le ocurrió que lo mejor sería que nos presentáramos al resto del grupo y que después acordáramos la lectura con que inaugurar el taller. Tras discutir la fecha y la hora del próximo encuentro, escogimos la obra. La metamorfosis, de Franz Kafka, fue la elegida. No pude resistirme y, cuando proponíamos moderador para dicho encuentro, levanté la mano y me presenté voluntario. A los demás asistentes les pareció bien y el asunto no se prolongó mucho más. Lo que teníamos que hacer era hincarle el diente y al cabo de un mes volver a reunirnos para poner en común las impresiones que nos había suscitado. Sin más, dimos por concluido el encuentro.

Debía de tener dieciséis años la primera vez que leí La metamorfosis. De hecho, fue de los primeros libros que adquirí y que hoy ocupa un lugar prominente en la extensa biblioteca que atesoro. Desplegué la primera página y esto fue lo que encontré: una mañana, al despertar de una noche llena de sueños intranquilos, Gregor Samsa se encontró en su cama, convertido en un bicho monstruoso.

Paradójicamente, hablar de este libro no me resulta tarea fácil. Es como hablar de mi mismo ¿Por dónde empezar? ¿Cuál es el principio? ¿Qué debo decir que tal vez no se haya dicho todavía? Complicado, muy complicado.

Cuando un libro es capaz de desmontarte la concepción el mundo y de tu propia identidad en tan solo sesenta páginas, uno tiene bastante con saber cerrar la boca y reponerse del impacto visual. Eso fue precisamente lo que sucedió la noche en que Gregor Samsa se presentó ante mí para hablarme de mi mismo. Ese libro me violó la adolescencia y me preñó de algo a lo que todavía no sé poner nombre y para lo que aún busco respuestas. La metamorfosis significó el comienzo de aquello que soy sin saber muy bien lo que eso significa.

Sigamos, pues, por los más obvio.

Franz Kafka escribió La metamorfosis entre los meses de noviembre y diciembre de 1912. Sin embargo, no sería publicado por vez primera hasta tres años más tarde, en 1915. Gracias al rico legado epistolar que dejó el autor, pueden conocerse las angustiosas circunstancias del proceso de creación en que la obra fue concebida. Kafka reconoce en una de sus cartas que la idea de escribir el relato le sobrevino después de un turbulento sueño (de este hecho da buena cuenta el comienzo del libro). El proceso de gestación fue lento, interrumpido constantemente por tráfagos y obligaciones que le impedían centrarse en la necesidad de dar forma a la narración, restándose a sí mismo horas de sueño y obligándose a permanecer despierto y al borde del delirio. Porque precisamente eso es La metamorfosis. Un relato al borde del delirio, a medio camino entre la pesadilla y lo real, una mixtura donde convergen y se confunde biografía y fábula. Sesenta páginas que de ningún modo pueden leerse fácilmente. El autor lo diseñó para que su lectura resultase incómoda, pesada y angustiosa. Para que los ojos del lector atravesaran el desierto de una noche fuera del tiempo.

Kafka era un checo que escribía en alemán, un judío atenazado por los pogromos de principios del siglo XX, un hijo cuyo padre atormentó y menospreció con la exigencia de un torturador, un joven tuberculoso y desvalido. Pero por encima de todo, Franz Kafka fue un hombre sin un lugar en el mundo que le tocó vivir, al margen de lo permitido y sin una identidad tras la que protegerse y pedir auxilio. Kafka vivió a la intemperie de una época que le destrozó hasta matarle. Pero antes de ello, volcó todas sus fobias en un manuscrito que por extremo ha superado con creces el tribunal del tiempo, para convertirse en una obra universal cuyo significado se antoja comprensible hoy, como si hoy mismo hubiese sido escrita.

Gregor Samsa eres tú, que lees estas páginas. Gregor Samsa soy yo, que aquí me despido.

6 comentarios:

  1. Decía Nabokov que tanto Samsa, como Kafka habían olvidado que los escarabajos tienen alas. Añadía que esto parece ser algo frecuente entre las personas. Curioso, no?
    Te recomiendo, si no lo has leído ya, el libro Curso de Literatura Europea de Nabokov. Ahí analiza varios clásicos de la literatura Universal, yo aprecié aún más La metamorfosis, desde que lo leí.

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  2. tomo buena nota de ello, porque no lo conocía
    gracias Grace!

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  3. ...deberíamos desechar de una vez la cháchara del “absurdo” y lo “ininteligible”, y comenzar a reconocer en su obra una despiadada lección de lucidez"
    Así acaba el artículo "Kafka, la solución a un enigma" de Fernando Bermejo Rubio (que tal vez ya has leído)
    http://blogs.elpais.com/tormenta-de-ideas/2013/01/kafka-la-solucion-a-un-enigma.html

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